Si nos paramos a pensar en emociones, nos daremos cuenta de que juegan un papel muy importante en la vida de las personas.
El rendimiento y la motivación de los alumnos, tener éxito en las relaciones interpersonales y en la vida personal y profesional, saber comunicarse de manera eficaz, etc., son algunos ejemplos del resultado de una inteligencia emocional desarrollada de manera óptima.
Podemos definir "Inteligencia Emocional" como la capacidad para reconocer los sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. El término "Inteligencia Emocional" se refiere a la capacidad humana humana de sentir, entender, controlar y modificar estados emocionales en uno mismo y en los demás. No se trata de ahogar las emociones, sino dirigirlas y equilibrarlas. Goleman, que es uno de los autores más relevantes en la materia, dice que la Inteligencia Emocional nos permite tomar conciencia de nuestras emociones, comprender los sentimientos de los demás, tolerar las presiones y frustraciones, acentuar nuestra capacidad de trabajar en equipo, y adoptar una actitud empática y social que nos facilitará mayores posibilidades de desarrollo personal.
La Inteligencia emocional se divide, por un lado en aptitud personal, que incluye: autoconocimiento, autorregulación y motivación. Por otro lado, la aptitud social, que engloba: empatía y habilidades sociales.
Sin duda, son aspectos que si el alumno conoce, práctica y adquiere, tendrá mucho ganado.
Desde mi punto de vista, enseñar Inteligencia Emocional en las aulas es básico y fundamental, ya que dotará al alumno de habilidades para saber desenvolverse mejor en su vida presente y futura.
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